Veo... Oro...

Veo…

Veo un video. Un hombre negro muere en manos de la policía. Otros están y no hacen nada. ¿Por qué este hombre no cesa? ¿Por qué no lo paran? Parece asesinato.

Veo Minneapolis. El vecindario original de mi esposa en fuego. Lugares que he visitado docenas de veces arruinados. ¿Está su familia a salvo? ¿Por qué está pasando esto? Parece tan destructivo.

Veo protestas. Gente haciendo una manifestación pacíficamente. Tanta gente. Los apoyo. No sólo su derecho de manifestación sino la manifestación propia. Las vidas de los negros sí importan. El racismo es malo. Si un grupo de personas está sistemáticamente oprimido, activa o pasivamente por otro grupo, eso no está bien. Mi propia culpa surge. Soy parte de eso, ¿no? Me he beneficiado por ello, ¿no? Parece tan injusto.

Veo otro video. Un hombre blanco vestido intencionalmente y metódicamente rompiendo ventanas. Entonces, otro video mostrando algo similar, y otro. ¿Quién quiere incitar esta violencia? ¿Quién haría algo así? Parece tan malvado.

Veo mi propia ciudad. Días tranquilos se convierten en noches violentas. Día tras día, noche tras noche. Me acuesto viéndolo y escuchándolo. Me levanto esperando que no empeore. Más noticias de violencia, arrestos injustos, demostraciones tranquilas transformadas o cambiadas o usurpadas, más brutalidad, más saqueo, más videos, manifestantes intentando mantenerse firmes en su mensaje, la policía intentando cumplir con su responsabilidad en mantener el orden durante las mismas manifestaciones en que ellos son el objeto de la manifestación. Toques de queda, fuegos, indignación. Mi miedo surge. ¿Estamos seguros? Parece un caos.

Veo tan poca sutileza. Pocos intentos para ver el contexto, para realmente entender la perspectiva del otro. Tantas veces. Reacción tras reacción tras reacción. Tanta división, tantas perspectivas, tantas agendas, tanta información, demasiada información. Quiero la verdad. Quiero entenderla. Parece tan difícil encontrarla.

Veo tantas víctimas. Tantos que injustamente han sufrido pérdidas. Tantos que se sienten no vistos, no escuchados, sin voz, sin igualdad, marginados por la misma sociedad en que viven y a la cual contribuyen. Parece desesperanzador.

Veo mi propia frustración. Como si estuviera entre la espada y la pared, como si no importaran mis pensamientos, que de una manera u otra fueran criticados o interpretados como malos. Mi privilegio me ha hecho cómplice de un crimen sin saberlo. ¡No es justo! Mi propio enojo y sentido de justicia surgen. ¿Cómo puedo ser juzgado tan injustamente? ¿Cómo puedo ser juzgado por cosas fuera de mi control? Ay. Espera. Olvidalo. Pienso que ahora lo veo. Parece que he tenido un saborcito de cómo es.

Oro…

Espíritu Santo, Consolador y Guía, ayúdame a responder y no a reaccionar. Ayúdame a encontrar la claridad entre la confusión. Ayúdame a ser considerado y no lo contrario. Ayúdame a demostrar compasión y no odio, sabiduría y entendimiento, no insensatez o ignorancia, sino humildad y no orgullo. Mi temor es decir algo incorrecto. Mi preocupación es que no decir nada es peor. Te lo entrego todo. Usa mis palabras para edificar, no derribar, para sanar, no dañar, para fortalecer, no debilitar, para restaurar, y no dividir. Ayúdame a ser una luz y un reflejo de tu amor para este mundo.

Padre, Creador y Sostenedor, creaste la vida. En tu creación perfecta no había muerte. Aún después de que entró el pecado en el mundo, nos diste la vida, una bendición y un tiempo inmerecido de tu gracia dada a nosotros para que te conozcamos. Siempre es una tragedia cuando la vida es arrebatada injustamente. Y estamos de luto. Concede sanación a la familia de George Floyd. Concede sanación a todas las ciudades devastadas por la violencia y la destrucción. Concede sabiduría y compasión a nuestros líderes y a los que siguen sus órdenes. Restaura y preserva la seguridad en nuestras comunidades, que no seamos plagados por el miedo y la violencia.

Dios Santo, eres el Dios de la rectitud y la justicia. Cuando sufrimos daño y aflicción, que nuestra confianza quede en ti. Ayúdanos a no buscar vengarnos, pero dejarlo a tu ira porque tú dices, “La venganza es mía, yo pagaré.” Concede una resolución justa y perdurable para todos los que protestan tranquilamente a parte de la comunidad de los afroamericanos y que dicen “¡Levanta la voz por los que no tienen voz!” Concede la igualdad para todos los que sufren injustamente como grupos marginados en nuestro mundo, porque tú estás “cerca de los quebrantados de corazón y salva(s) a los de espíritu abatido.”

Jesús, mi Salvador, me mostraste el significado del amor verdadero. Tú te sacrificaste por este mundo roto por el odio. Ofreciste el perdón a la gente que te torturó y te mató. Ganaste este perdón para mí también. Perdóname por cuando egoísta y orgullosamente he ignorado las perspectivas diferentes de otros. Perdóname por la ceguera hacia las necesidades de mi vecino. Abre mis ojos al sufrimiento pasando frente a mí, y guíame a actuar con el mismo autosacrificio y amor misericordioso que me has mostrado. Veo tantas cosas pasando ahora en el mundo con emociones tan fuertes. Ayúdame a percibirlo con un corazón enternecido por tu perdón y que ve el mal por lo que es, pero que reconoce que tu perdón es más poderoso que cualquier mal.

Jesús, en ti veo la esperanza. Estoy esperanzado por lo que veo en las reacciones de otros. Veo comunidades unidas en servicio, a limpiar y a restaurar. Veo amigos que se unen y hablan de lo que han visto. Pero la esperanza que veo en ti es diferente. Aún cuando buscamos mejorar este mundo, me enfrenta cara a cara con la realidad que este mundo nunca será como quiero que sea, y que lo que veo no perdurará. La esperanza que tengo en ti es lo único que perdurará. Es una esperanza del mundo que viene que verdaderamente perdurará. Y eso me trae la paz. Ayuda al mundo ver esta esperanza, la única esperanza que no fallará, para que tengan dicha paz también.

En el nombre de Jesucristo,

Amen.

William Dunn